jueves, 27 de diciembre de 2012

Jesús y la familia


"Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.» Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres." ( Lc 2, 41-52)
Por Redacción AJ. Celebramos este domingo la fiesta de la Sagrada Familia que se constituye como fiesta litúrgica en el siglo XIX, exactamente en el año 1893. Fue el papa León XIII quien la introdujo en el calendario litúrgico. Era un momento de cambio significativo pues la revolución industrial provocó la aglomeración urbana, y cambios significativos en el modo de vivir las relaciones familiares.  Comienza ya a percibirse una pérdida significativa de los valores tradicionales de las familias cristianas. Por ello se decidió crear una fiesta con liturgia completa, centrada en el ejemplo e intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, constituida por Jesús, María y José.
El relato evangélico de este domingo (Lc 2, 41-52) está escrito ochenta años después de los hechos; por lo tanto no tiene garantías de historicidad. Sin embargo, es muy rico en enseñanzas teológicas.
Nos encontramos ante un texto que guarda mucha similitud con relatos legendarios de personajes famosos de la antigüedad, a los que se les atribuía, ya desde niños, unos conocimientos especiales. Episodios como éste se cuentan de Ciro, Alejandro, Epicuro, Solón, Cicerón... Parece que, de acuerdo con esa costumbre, Lucas ha construido un relato con el que busca subrayar la sabiduría de Jesús, retrotrayéndola a su infancia.
Un dato significativo de este relato es que Marcos pone de relieve que sus padres no lo comprendieron, poniendo en labios de María una queja angustiada, y en los de Jesús una reacción de sorpresa. El evangelista subraya este tema, que ha sido difícil de asimilar en la tradición cristiana pero que aparece en otros evangelistas y en distintas ocasiones:
Marcos es el evangelista que más claramente lo expresa: "fueron para llevárselo, pues decían que estaba trastornado" (3, 21) y añade la sorprendente respuesta de Jesús a quienes le hablan de su madre y sus hermanos: "¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando entonces a los que estaban sentados a su alrededor, añadió: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre»" (Mc 3,33-35, par Mt 12, 46-50 y Lc 8,19-21.).
Lo que pretendía su familia era impedir que siguiera por el camino que había emprendido. Trataban de evitar una catástrofe, para él y para todos los suyos.
Pero Jesús les remite a lo constitutivo de su nueva familia, no serán los vínculos de la sangre lo definitivo de sus seguidores y seguidoras sino la Voluntad de Dios, su sueño, su proyecto: formar una familia de hijas/os; hermanas/os desde la seguridad del amor incondicional de Dios ¡Abba!
Hoy celebramos la fiesta de las familias cristianas, sin duda una fiesta que busca profundizar en la consciencia de lo que es el proyecto de familia desde los valores y el espíritu de Jesús.
La familia no fue para Jesús un absoluto, ni una institución intocable. Todo para él era mediación, camino para hacer realidad el Reino. Por tanto sería bueno aprender de Jesús a no sacralizar ninguna institución. Las instituciones son instrumentos que tienen que estar siempre al servicio de la persona humana, de la familia humana, de la vida y la casa común.
Sin duda que la familia es nuestro primer lugar de socialización, de educación, de aprender los valores y las creencias nucleares sobre la vida. El ser humano sólo puede crecer en humanidad a través de sus relaciones con los demás. La familia es el marco insustituible para esas relaciones profundamente humanas. En ese sentido sigue siendo un lugar privilegiado de crecimiento y maduración o de heridas y desestabilización. Pero lo que ayuda a crecer y madurar es la calidad de las relaciones entre sus miembros, la apertura solidaria a la familia más amplia que formamos todos los vivientes y no el "modelo" de familia.
Los lazos de sangre pueden ser puntos de apoyo para aprender a salir de nosotros mismos e ir a los demás, favoreciendo el despertar de nuestra capacidad de entrega y servicio. Las relaciones familiares pueden ser un lugar privilegiado para enseñarnos a dejar nuestro individualismo y egoísmo. Si en la familia superamos la tentación del egoísmo amplificado, aprenderemos a tratar a todos con la misma humanidad.
La familia de Nazaret, más allá de idealizaciones, nos habla no sólo de cómo cuidar nuestra relaciones familiares desde la tolerancia, el respeto, la comprensión, el diálogo... sino de ampliar nuestra perspectiva "familiar" más allá de la carne y la sangre, para poder sentirnos familia humana, hijos e hijas de Dios comprometidos con hacer verdad la fraternidad y el cuidado de nuestra "casa" común la tierra.
Esas son las "cosas" del Padre de las que Jesús dice a María y José, que tiene que atender, aunque eso le suponga un conflicto, un disgusto grande a sus seres queridos. El texto expresa ese dolor e incomprensión «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados». Jesús les sorprende con una respuesta inesperada: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».
Sus padres «no le comprendieron». Solo profundizando y guardando en el corazón esas palabras y al verle actuar en su vida posterior descubrirán progresivamente que, para Jesús, lo primero es la familia humana: una sociedad más fraterna, justa y solidaria, tal como la quiere Dios.
Hacemos nuestras unas sabias y cristianas palabras de Pagola en relación a esta fiesta: "No podemos celebrar responsablemente la fiesta de hoy sin escuchar el reto de nuestra fe. ¿Cómo son nuestras familias? ¿Viven comprometidas en una sociedad mejor y más humana, o encerradas exclusivamente en sus propios intereses? ¿Educan para la solidaridad, la búsqueda de paz, la sensibilidad hacia los necesitados, la compasión, o enseñan a vivir para el bienestar insaciable, el máximo lucro y el olvido de los demás?
¿Qué está sucediendo en nuestros hogares? ¿Se cuida la fe, se recuerda a Jesucristo, se aprende a rezar, o sólo se transmite indiferencia, incredulidad y vacío de Dios? ¿Se educa para vivir desde una conciencia moral responsable, sana, coherente con la fe cristiana, o se favorece un estilo de vida superficial, sin metas ni ideales, sin criterios ni sentido último?"
Este reto familiar nos atañe también a la familia teresiana, Pedro Poveda expresó con mucha fuerza que la vida de familia es algo característico de nuestra vocación y espiritualidad. Esa vida de familia, hoy, es una urgencia de nuestro tiempo, cuidar la fraternidad, el cuidado mutuo, la presencia cálida, el tiempo regalado de unos para otros... y al tiempo una llamada a hacer verdad el sueño de Dios por el que Jesús vivió y murió: construir una humanidad nueva desde las claves de la hermandad y la justicia.

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